Cuando Liberty Media adquirió la Fórmula 1 en 2017, los ingresos por patrocinio del campeonato rondaban los 272 millones de dólares.
Ocho años después, esa cifra parece el eco de una época pasada. En 2025, según Ampere Analysis, el valor total de los patrocinios -entre campeonatos y equipos- superará los 2.900 millones de dólares. Se trata de un crecimiento cuantitativo, por supuesto. Pero es sobre todo el signo de una mutación cualitativa: la de un campeonato que ha pasado de ser una disciplina deportiva a un sistema cultural, de un acontecimiento mediático a una plataforma estratégica para las marcas más avanzadas.
Hoy en día, la Fórmula 1 no sólo ofrece visibilidad, sino contexto, narrativa, significado. Es un lugar donde las marcas no sólo se muestran, sino que adoptan una postura, se entrelazan con cuestiones globales: de la transición energética a la inteligencia artificial, de la inclusión a la transformación digital. La pasarela se ha convertido en un teatro donde el lenguaje del espectáculo se encuentra con el del prestigio, y donde cada giro, cada asociación, cada elección de color contribuye a construir una nueva generación de sintaxis comercial.
Un sistema denso en valores
En 2024, los diez equipos generaron 2.040 millones de dólares en patrocinios, con una media por contrato de 6,01 millones de dólares: seis veces más que en las principales ligas deportivas estadounidenses. No es sólo una cuestión de costes: es la síntesis de un modelo de bajo volumen y alto valor, donde la exclusividad se convierte en palanca comercial. Los contratos son pocos, pero pesan mucho. Los puntos neurálgicos de las libreas ( sidepod, airbox, alerón trasero ) se venden por entre 5,3 y 7,5 millones de dólares por temporada. En EE.UU., sólo la NFL genera más ingresos por patrocinio, pero esto es el resultado de 32 equipos y casi diez veces más acuerdos. Libra por libra, como suele decirse, no hay comparación.
Sobre todo, es un paisaje en el que la cantidad nunca se separa de la calidad, y en el que la visibilidad no basta: se necesita una presencia significativa, una integración narrativa, una precisión simbólica. El patrocinio en la Fórmula 1 se ha convertido, en este sentido, en un ejercicio de posicionamiento identitario. En estas páginas, hace algún tiempo, sostuvimos que la visibilidad es sólo la punta del iceberg. Ahora este concepto se lleva al extremo, en una galaxia de activaciones y oportunidades de relaciones públicas capaces de generar diez, cien veces lo que produce la pista.
Estrategias verticales, filosofías divergentes
En este escenario, los equipos se mueven con estilos distintos, casi esculpiendo su enfoque comercial tan cuidadosamente como diseñan los apéndices aerodinámicos de sus coches. McLaren ha adoptado una lógica extensiva: 51 patrocinadores activos en la temporada 2025, más que ningún otro equipo. Es una estrategia basada en la pluralidad y la presencia generalizada, construyendo un entorno de marca en torno al equipo. Es un ejercicio de escuela, ante todo, que pretende eludir eficazmente el viejo concepto del principio de exclusividad de la mercancía, buscando nuevos espacios donde no debería haberlos, por razones puramente inmobiliarias de los activos disponibles.
Red Bull prefiere unos pocos acuerdos de alto valor: Oracle, Rokt, Tag Heuer son socios con los que activa proyectos multinivel, a caballo entre contenidos, tecnología y estilo de vida. Mercedes refuerza su firma estilística con la entrada de Adidas, en una narrativa que se centra en la identidad más que en el rendimiento.
En cualquier caso, todo el mundo empieza a plantearse una gran pregunta sobre la disponibilidad de espacio y el valor de determinados sectores. Es la cuestión del futuro de la Fórmula 1: ¿qué pasará cuando no haya más espacio? ¿Podremos llegar a un punto de saturación de patrocinadores?
Tecnología, finanzas y cripto: la anatomía de las inversiones
Los principales impulsores del mercado son los sectores de alta transformación. La tecnología generó 543 millones de dólares en patrocinios a equipos en 2024 -el 26% del total-, seguida de la banca, las plataformas fintech y los operadores de servicios financieros, con 379 millones de dólares.
El sector de las criptomonedas también está creciendo de nuevo: tras la congelación de 2022, con el colapso de FTX, las inversiones han aumentado hasta un total de 565 millones de USD, de los cuales 174 millones se destinan a la Fórmula 1. Crypto.com sigue liderando el sector, pero OKX, Kraken y Gate.io también aparecen con fuerza. En el campeonato de 2025 hay seis bolsas activas, frente a las cuatro de la temporada anterior.
No se trata sólo de un retorno: es una redefinición del criptopatrocinio, que se aleja de los fuegos artificiales y se acerca a proyectos más estructurados, más institucionales. Con ello, la Fórmula 1 se confirma como terreno de legitimación narrativa.
PepsiCo, Barilla y la hibridación de las lenguas
La fuerza del circo como lugar para crear valor de marca también se mide por su capacidad para acomodar -y hacer coherentes- universos muy distantes. En 2025 entraron PepsiCo, con un acuerdo global hasta 2030 que implica a Sting Energy, Gatorade y Doritos, y Barilla, presente con activaciones gastronómicas en el paddock y las zonas de hospitalidad.
Es una pluralidad que no desorienta, sino que enriquece. Porque en la Fórmula 1, la coherencia no se construye por similitud, sino por convergencia: marcas muy diferentes pueden coexistir si son capaces de encajar en la narrativa de la serie: una narrativa hecha de excelencia, innovación, precisión y pasión.
Fuerza americana
Otro dato estructural: el 34% de los nuevos patrocinios para la temporada 2025 proceden de empresas estadounidenses. Es el reflejo de una orientación estratégica precisa: Liberty Media ha transformado Estados Unidos de un mercado por conquistar en el pivote del sistema de patrocinio de la F1. Tres carreras en el calendario (Miami, Austin, Las Vegas), máxima exposición mediática (gracias en parte a ESPN y a un posible futuro con Netflix) y una audiencia en rápida expansión: 52 millones de aficionados estadounidenses en 2024, un aumento del 10,5% año tras año.
La marca estadounidense se convierte así en protagonista no sólo de la demanda, sino también de la oferta: en términos de inversión, planificación y visión comercial.
Reforzando aún más esta trayectoria llega F1: La Películala superproducción de Hollywood protagonizada por Brad Pitt, dirigida por Joseph Kosinski y producida por Jerry Bruckheimer. Más que una película deportiva, es una operación cultural al estilo de Drive to Survive que sitúa a la Fórmula 1 en el centro del imaginario pop mundial. El estreno, previsto para más adelante en la temporada, no es sólo un acontecimiento cinematográfico: es una palanca de marketing planetaria, capaz de introducir aún más el campeonato en la conciencia colectiva estadounidense y, con ello, en los presupuestos de las marcas que importan.
El público como activo
Toda estrategia de patrocinio se basa en un requisito previo esencial: la presencia de un público numeroso, activo e implicado. En 2024, la base mundial de aficionados alcanzó los 826,5 millones de personas, con un crecimiento asombroso en China (+39%), Canadá (+31,5%), Argentina (+25,5%) y Arabia Saudí (+25,5%).
En el frente físico, el evento con mayor número de espectadores fue el GP de Australia en Melbourne, con 465.498 entradas. Pero también lo digital ofrece una confirmación: 233 millones de visualizaciones en YouTube de contenidos de F1 en el último año, con picos en EE.UU. (31,5 millones), Reino Unido (25 millones) e India (13 millones).
La venta de entradas también refleja la tendencia: según Viagogo, la demanda para los GP creció un 20%, con compras procedentes de 125 países diferentes. En este contexto, la Fórmula 1 consolida su estatus de deporte más globalizado del planeta.
Nuevos horizontes
2025 es el año del 75 aniversario del campeonato. Pero más que una mirada al pasado, es una zambullida en el presente: la temporada que marca la plena madurez comercial de la Fórmula 1, su capacidad para ser a la vez deporte y espectáculo, industria cultural y sistema de valores.
Con un mercado de 2.900 millones de dólares, la Fórmula 1 es una gramática compleja y flexible, en la que cada marca está llamada no sólo a aparecer, sino a decir algo. La velocidad ya no es sólo la de los monoplazas, sino aquella con la que el sistema sabe interpretar el mundo cambiante. Y los que saben leer este código -entre posicionamiento, activación y narración- no sólo corren para ganar: corren para durar.