El espectacular sprint a tres bandas entre Piastri, Norris y Verstappen es una gran noticia no sólo para los aficionados a la Fórmula 1, sino para la propia Fórmula 1, que una vez más puede esperar una audiencia “monstruosa” de la gran final de Abu Dhabi y patrocinadores satisfechos, especialmente en el extranjero. Los dos McLaren y el holandés llegan a la última etapa de una temporada muy larga -24 carreras y 6 sprints- separados por sólo 16 puntos, un resultado deportivo extraordinario que hace que el fin de semana de los Emiratos sea emocionante e impredecible.
La competitividad como valor clave en el marketing deportivo
La La competitividad es uno de los siete parámetros que utiliza el marketing deportivo para comparar las disciplinas deportivas entre sí: popularidad, sostenibilidad, nivel tecnológico , espectacularidad, usabilidad y no contenciosidad son los otros seis.
En resumen, la competitividad en un deporte es la distancia -esperada y luego realizada- que media entre el primer y el segundo puesto y, en general, la previsibilidad del resultado final. Por qué esto es importante es fácil de entender: las carreras y campeonatos difíciles de predecir, con el ganador siempre en la balanza, mantienen a la audiencia y a los interesados sintonizados frente a la pantalla y comprometidos en las plataformas de comunicación. Por el contrario, las temporadas cerradas con mucha antelación o con un ganador ya escrito a mitad de año restan mucho patetismo y carga emocional a un torneo o campeonato.
A la inversa, la competitividad es también quizá el elemento menos maleable y construible -entre los siete-. Si, por ejemplo, es posible poner en marcha acciones para aumentar la sostenibilidad o planificar estrategias para incidir en la usabilidad, es difícil encontrar recetas de éxito para garantizar que el nivel de competencia sea justo y que los competidores estén bien nivelados en términos de rendimiento.
El automovilismo, un conjunto de disciplinas extraordinariamente reguladas, trata de trabajar sobre las normas deportivas y financieras (el límite de costes es un buen ejemplo) en un intento de crear “igualdad de condiciones” para todos, barajando de vez en cuando las cartas del reglamento, como ocurrirá en 2026 con la Fórmula 1. Esto es especialmente importante cuando se mira al mercado estadounidense, un mercado potencialmente enorme pero aún no maduro para la F1.
La Fórmula 1 y las eliminatorias: la encrucijada estadounidense
No es ningún misterio que los estadounidenses siempre han puesto la competitividad en el centro de sus estrategias de marketing deportivo, operando en prácticamente todas las ligas bajo un límite de costes -el tope máximo de gasto que cualquier equipo puede alcanzar antes de incurrir en penalizaciones- y adoptando en gran medida el eliminatorias.
De hecho, fue en Estados Unidos donde se originó la postemporada, cuando en 1932 dos equipos de la Liga Nacional de Fútbol terminaron la temporada regular con el mismo balance de victorias y derrotas y habiendo empatado ambos partidos. La NFL decidió entonces organizar otro partido entre los dos equipos para decidir el ganador, llamándolo “Play Off”. Tiene un éxito extraordinario entre el público y pronto se da cuenta de que esta nueva fórmula es una idea extraordinaria que, perfeccionada y reproducida, debe ponerse en juego cada año.
La NFL, la MLB, la NBA, la MLS, la NHL y muchos otros torneos repletos de estrellas han adoptado casi siempre este sistema para ungir al ganador del año, al igual que ocurre en Europa con deportes como el voleibol, el baloncesto e incluso algunas ligas de fútbol. Incluso la NASCAR, el deporte automovilístico estadounidense más popular, sigue una temporada regular con una serie de siete carreras de desempate, que deciden el ganador del campeonato.
Por tanto, no debe sorprender que fuera precisamente Greg Maffei, director general estadounidense de Liberty Media, quien ventilara en la primavera de 2024 una Fórmula 1 de repesca como el campeonato de stock cars. 20 carreras de la temporada regular y 4 eliminatorias entre los diez primeros clasificados era la fórmula propuesta, aunque pronunciada a sabiendas de que semejante sacudida llevaría tiempo, paciencia y mucho trabajo.
Qué esperan los patrocinadores y los inversores
Aunque es imposible -hasta la fecha- pensar que el campeonato de cuatro ruedas más importante del planeta vaya a cambiar la metodología de concesión del trofeo final, lo cierto es que un deporte tan global y cambiante como la Fórmula 1 debe encontrar la forma de mantener alto el interés durante todo el año para una variedad de públicos, patrocinadores y partes interesadas con expectativas diferentes.
Simplificando mucho, si es cierto que un aficionado europeo está acostumbrado a ver las temporadas de la Premier League, la Serie A o La Liga, también lo es que su homólogo americano (pero también asiático, en muchos casos) espera que el destino de la temporada se decida en el último tramo de la Copa del Mundo. Acostumbrados a las finales de la NBA, la Stanley Cup, la SuperBowl y las Series Mundiales, a muchos les cuesta entender qué le ocurre a este deporte cuando el ganador se anuncia con cuatro carreras de antelación, como le ocurrió a Marc Márquez y a MotoGP.
Una vez más, es imposible gobernar con certeza el desarrollo de una temporada sin afectar a lo que es uno de los principales componentes del propio producto deportivo, a saber, la imprevisibilidad. Dicho esto, lo cierto es que lo que la Fórmula 1 ha conseguido en los últimos años es una pequeña obra maestra de marketing y estrategia, así como una prueba más de que el grupo Liberty Media sabe lo que hace y tiene toda la intención de mantener el timón en línea recta en el futuro inmediato. El imponente cambio de reglamento que nos espera a partir de 2026 se sitúa precisamente en este surco, poniendo dos temas centrales sobre la mesa de la Competición: una revolución general del reglamento que más o menos hace que todo el mundo empiece de cero, y una nueva generación de coches más pequeños y ágiles que deberían evitar los trenes estilo Montecarlo.
El riesgo de una manipulación excesiva
La otra cara de la moneda de una búsqueda casi obsesiva de la competitividad y el espectáculo es necesariamente la de una manipulación excesiva del deporte que comprometa su credibilidad y autenticidad. En esencia, aunque es bueno intentar trabajar para que el producto siga siendo interesante, no se puede distorsionar hasta el punto de hacerlo parecer increíble a los aficionados de toda la vida. Es precisamente aquí donde insisten muchas de las conversaciones sobre las paradas en boxes obligatorias, la aerodinámica activa , el DRS, los cambios de compuestos programados y numerosas de las innovaciones reglamentarias y tecnológicas realizadas para aumentar el número de adelantamientos posibles y tratar de animar la competición.
La frontera, se comprenderá, es delgada y se injerta de nuevo en un tema de marketing decisivo, que es el del posicionamiento. ¿Es mejor inclinarse por una Fórmula 1 tradicionalista para garajistas competentes o por un deporte más aerodinámico, emocionante y en constante replanteamiento? Probablemente la respuesta esté en algún punto intermedio, aunque, y los estadounidenses lo saben muy bien, ser salomónico en estas cuestiones no siempre resulta ser la mejor decisión.
Nunca tan alto
Dejando a un lado por un momento la teoría -aunque ahora está claro que el proceso de gestión deportiva aplicado por Liberty a la Fórmula 1 ha sido de un alcance y una profundidad excepcionales-, lo que estamos presenciando desde el punto de vista del marketing y del deporte es una alineación perfecta y singular de los planetas. La Fórmula 1, nunca tan rica y nunca tan popular, ha logrado la hazaña histórica de llevar el trofeo de pilotos a la ronda final del campeonato, concentrando en un único momento deportivo todo el poder que encarna el campeonato en este momento de la historia. Abu Dhabi es un gran momento para el automovilismo, pero también el excelente caso de estudio de un viaje que comenzó en enero de 2017 y que hoy quizá encuentre su cenit.