El éxito es la capacidad de pasar de un fracaso a otro sin perder el entusiasmo
– Winston Churchill
ML Magazine es la nueva aventura editorial de Mirco Lazzari: un viaje a través de la fotografía, el deporte, la cultura y el color. Mirco Lazzari es uno de los fotógrafos más conocidos y apreciados de los Campeonatos del Mundo de MotoGP y Superbike, y ha tomado algunas de las instantáneas más famosas de todo el automovilismo. Es un honor para nosotros poder albergar su trabajo en nuestras páginas. Puedes leer el número completo de ML Magazine en el siguiente enlace.
La historia de esta gran hazaña parece casi banal: dos pilotos fuertes compitiendo para dos grandes fabricantes, desafiándose mutuamente en la última carrera por el título. Pero banal es el adjetivo equivocado para asociarlo a la gran final de la temporada 2002 del Mundial de Superbikes. Frente a frente, separados por un solo punto, están el tejano Colin Edwards, campeón del mundo de 2000 y piloto oficial de Honda, y Troy Bayliss, australiano, vigente campeón y alma de Ducati. Dos campeones, pero sobre todo dos hombres de verdad. Dos que han ascendido sin demasiadas corrientes de aire, que no necesitan fans organizados ni marionetas para sentirse queridos. No son dos caras de ángel, pero gozan de la confianza ilimitada de los directivos y de la gente. Troy fue arrancado de la periferia del motociclismo que cuenta, pero quienes le eligieron se dieron cuenta enseguida de que era un diamante, quizá en bruto pero precioso. Colin es uno de los últimos destellos de la gran escuela americana y es el hombre sobre el que Honda ha construido su desafío a Ducati: batirles en Superbike con una bicilíndrica. Un desafío decididamente sensacional.
Bayliss y Ducati realizan una gran primera mitad de la temporada 2002, entonces Honda da rienda suelta a su I+D que prepara material de “evolución” para la VTR que acaba de ganar con Edwards y Katoh las 8 Horas de Suzuka, la carrera más importante para los fabricantes japoneses. Nueve victorias consecutivas en 2002 para Colin, pero Troy está a un punto… Es septiembre, en Imola, uno de los circuitos más bonitos del mundo, hay más de 100.000 espectadores apasionados. Porque cuando hay un gran espectáculo, el problema es conseguir que la gente vaya, no hacer que venga. La tensión se corta con un cuchillo, es un duelo a muerte que los dos afrontan con gran naturalidad. Tensos como cuerdas de violín, pero dispuestos a jugarlo en igualdad de condiciones y sin histeria, como en un duelo del Viejo Oeste. Y aquí queda claro que Edwards, como buen tejano amante de las armas, tiene cierta ventaja. Pero al australiano no le tiembla el pulso y tiene en mente la misma estrategia: vencer a su rival y ganar el título.
Le fue bien a Edwards y a la Honda, dos veces primero, pero la gente aplaudió a ambos. En aquel western no había ningún villano, a pesar de que la fábrica de la moto de Bayliss está a menos de cincuenta kilómetros (de vía Emilia) de Imola. Fue una de las carreras más bellas del mundo en cuanto a contenido y tensión emocional. Huelga decir que los dos pilotaron como campeones, hasta el punto de que el único aliado posible de Bayliss, su compañero de marca Rubén Xaus, atrevido, agresivo y gascón, aquel día sólo consiguió seguir a los dos maestros, como un buen colegial.
La noche del 29 de septiembre de 2002, Troy y Colin ya no eran dos rivales: se habían convertido en dos personas profundamente unidas por haber participado en la mayor batalla de Superbike. En una temporada en la que, de 26 mangas, sólo se dejaron ganar una, el humano…
Unos meses más tarde sus carreras cambiaron bruscamente: ambos subieron a MotoGP. Bayliss con la avasalladora Ducati, Edwards con la ingobernable Aprilia RS Cube. Ya no son dos pilotos punteros, pero siguen siendo dos grandes pilotos queridos por el público y, sobre todo, dos grandes hombres. Estamos en Motegi, es 5 de octubre y se está disputando el GP del Pacífico. Listos para salir, llega la primera curva y John Hopkins decide retrasar la frenada más allá de todo límite, golpeando a Carlos Checa. Esto desencadena un “beaner” que deja en la escapatoria incluso a Bayliss, que se da cuenta de que su carrera ha terminado en un instante. Pero el ojo avizor descubre la Aprilia de Colin plantada en la grava e incapaz de salir. “Ningún comisario vino a ayudarme”, dice Edwards, “entonces sentí un vigoroso empujón y conseguí ponerme en marcha de nuevo. Por el rabillo del ojo vi que era Troy, ¡muchas gracias!”.
Para que conste, Edwards terminó en 17ª posición, un minuto y medio por detrás de Biaggi, el ganador de la carrera. Pero aun así se esforzó al máximo, también para honrar al amigo que le había ayudado. Juego limpio, por favor. Y ya veréis, queridos jóvenes pilotos, ¡que incluso después de veinte años se acordarán de vosotros!
27 de junio de 2013
Circuito de Assen, curva Hoge Heide, entrenamientos libres del jueves: Jorge Lorenzo choca a 238 km/h rompiéndose la clavícula izquierda. Trasladado a Barcelona en vuelo privado, es operado en las primeras horas del viernes (con la inserción de una placa de titanio y ocho tornillos en el hueso) y traído de vuelta a Assen por la tarde del mismo día.
Tras el visto bueno de los médicos, volvió a la pista para el calentamiento y la carrera del sábado, logrando una hazaña: correr 48 horas después de una lesión y 36 horas después de someterse a una operación, terminando quinto.
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