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Lewis Hamilton es oficialmente piloto de Ferrari. Estas pocas palabras bastaron para desatar el frenesí no sólo en el mundo de la Fórmula 1, sino en el del deporte y el espectáculo en su conjunto. En países como Italia, Inglaterra, España y Alemania, donde el automovilismo de competición forma parte integrante de la cultura y está indisolublemente ligado a la historia y la tradición, la llegada de Hamilton a Maranello ha llegado incluso a las portadas de los periódicos y a los titulares de los informativos de televisión.

Esta historia tiene tantos perfiles que analizar -deportivo, de marketing, económico, por citar sólo los tres más evidentes- que quizá sea imposible llegar al núcleo racional. O tal vez estemos simplemente ante uno de esos casos en los que la razón no hace falta y en los que, quién sabe, fue realmente el corazón el que mandó, y lo demás viene después.

El coche más famoso del mundo y el piloto más laureado de la historia por fin están juntos. Es difícil decir si el título es más bonito que el cuento en sí, y si esta cubierta de colores brillantes estará a la altura de las expectativas en las páginas interiores. Es imposible calcular hoy con precisión los precipitados resultados de esta operación, que probablemente no se verán con claridad hasta dentro de unos años.

Puertas correderas

La firma del siete veces campeón del mundo llega al final de una trayectoria extraordinaria para la Fórmula 1. El circo se ha transformado en los últimos años -y más concretamente desde finales de 2016- para volver a ser una de las estrellas más brillantes del firmamento empresarial deportivo. Liberty Media, que en los primeros días parecía enfrentarse a una reconstrucción más difícil de lo que se creía en un principio, ha tenido éxito en la tarea de aportar nuevo lustre y glamour al deporte, sin por ello borrar el legado original del deporte ni traicionar sus valores.

Como se ha mencionado varias veces en este blog, no fue una tarea fácil. La Fórmula 1 de hoy es Las Vegas, pero también Monza. Es Abu Dhabi, pero también Spa Francorchamps. Combinar tradición e innovación es siempre un juego difícil y arriesgado, y aunque hay quien desearía que nada cambiara nunca, también hay quien ve en la renovación la panacea de todos los males.

Los americanos han sido muy listos en esto, añadiendo nuevos condimentos a la receta y haciendo que el producto automovilístico vuelva a estar de moda y sea atractivo para las nuevas generaciones y los nuevos inversores. Los nuevos circuitos y el habitual despliegue de celebridades son importantes, por supuesto, pero es imposible no reconocer que la nueva propiedad ha hecho mucho más que eso, comprendiendo con gran claridad lo que es el deporte y lo que necesitaba para crecer.

La Fórmula 1 post-COVID ha desintegrado, en todos los aspectos, todos los récords del pasado: calendarios largos y espectaculares, audiencias televisivas estelares y un número impresionante de circuitos con entradas agotadas. Creció el alcance en las redes sociales, el sentimiento de la audiencia y la amplitud generacional del grupo objetivo.

El matrimonio entre Hamilton y Ferrari llega justo en el vértice de esta gaussiana, una increíble estrella que sigue a un cometa, y quizá por eso también el eco de la noticia es tan asombroso. No se sabe si se trata de una casualidad o de una paciente partida de ajedrez, aunque muchos ven hoy en muchos detalles de hoy y de ayer los indicios de lo que a todos los efectos es el traspaso más sensacional de la historia del automovilismo.

Ferrari HamiltonSoy la morsa

Otro de los superpoderes de esta historia es el de arrugar el tiempo, al menos por dos razones.

La primera radica en la expansión. Cuando Lewis Hamilton dispute un Gran Premio con el Cavallino Rampante será en marzo de 2025 y el británico tendrá 40 años. Una cifra que no puede ignorarse, especialmente en la carrera de un deportista. Está claro que en Maranello creen que el de Stevenage no sólo puede seguir siendo competitivo a esa edad -y no hay más que ver lo que ha hecho y está haciendo Alonso para pensar que no es una utopía-, sino que puede ganar carreras o incluso luchar por el mundial. Es una apuesta, la primera de muchas, que Ferrari está haciendo en este asunto en el que hay mucho en juego. Maranello no puede permitirse tener al volante a un piloto famoso pero no rápido, o la Scuderia perdería rápidamente credibilidad y posicionamiento, convirtiéndose en presa fácil de críticos, entendidos y especuladores de tienda de vinos. La pelirroja necesita un piloto famoso Y rápido, porque quien conduce para Ferrari no puede no serlo, sobre todo si se llama Lewis Hamilton. Poco importa que tenga cuarenta años.

La segunda forma en que este asunto manipula el tiempo reside en su desaparición. Con el anuncio del enlace de 2025 entre Hamilton y Ferrari, el año 2024 desaparece del radar. Paradójicamente, con el campeonato a punto de empezar en pocas semanas, todo el mundo mira ya a la parrilla de 2025, en la que probablemente Carlos Sainz acuda a estas alturas a la corte del recién llegado Audi.

La entrada de Audi es otra historia más, que se suma al grueso índice de cosas que aún no han sucedido pero de las que todo el mundo habla ya. Está claro que el gigante alemán no puede entrar de puntillas en el partido, sino que debe llegar para ganar inmediatamente, o al menos para ser ultracompetitivo. Además, la historia reciente y pasada nos demuestra que es muy difícil llegar a comprenderlo de inmediato, en este mundo, y que otros pretendientes de alto linaje han sido rechazados en su momento al verse perdidos.

Sin embargo, 2024 está aquí esperándonos y trae consigo varias preguntas, cuyas respuestas serán importantes para el año que viene, un poco como el I Am the Walrus del Los Beatles, en la que no hay que dejarse llevar por las prisas para que todo fluya con la esperanza de entender algo más tarde.

En igualdad de condiciones

Deportivamente hablando, son tantos los interrogantes que abre este asunto que resulta difícil encontrar el quid de la cuestión.

Volviendo a lo que acabamos de hablar, la temporada 2024 será importante y difícil tanto para Hamilton como para Ferrari. Wolff y Vasseur se encontrarán con dos pilotos que, sin ni siquiera haber empezado la temporada, ya tienen las maletas hechas y habrá que gestionarlas.

Si se rumorea que Vasseur fue decisivo (al igual que John Elkann) para que Hamilton llegara a Ferrari, no parece que ocurra lo mismo con Wolff, a quien, al parecer, todo el episodio le pilló desprevenido. Mercedes tiene ahora muchos deberes que hacer para encontrar un sustituto, que podría ser Albon, aunque un pasado poco brillante en el primer equipo está haciendo que algunas narices se giren en Stuttgart.

Hablando de pilotos, otro que puede haber dormido con un ojo medio abierto es Charles LeClerc, que si puede dormir tranquilo por un futuro largo y tranquilo en la corte del Cavallino, ahora se encuentra en el equipo con un piloto experimentado capaz de ganar, así como un personaje de considerable tamaño. Muchas de las luces intermitentes de los próximos meses y las primeras vueltas en Ferrari no serán para el chico de Mónaco y habrá que ver cómo se maneja esto.

Además, los hombres de rojo tendrán que gestionar ahora un proyecto técnico 2025 que no puede defraudar. Tener una pareja como LeClerc y Hamilton y darles un coche que no rinde es el equivalente a comprar la Monnalisa y luego colgarla detrás de la nevera. La diferencia con Red Bull al final de la temporada pasada era abismal, y los primeros indicios del futuro sólo se verán claramente cuando las versiones 2024 de los monoplazas estén en pista para la primera carrera de la temporada.

Más grande que la vida

Mientras los periódicos deportivos y los aficionados ya esbozan un Ferrari con el número 44 y Hamilton vestido de rojo, la bolsa de Nueva York ofrece la primera respuesta al respecto. Mayoritariamente positivo. Animadas por la noticia del compromiso del inglés, las acciones de Ferrari subieron de 346,78 a 384 dólares y, para decirlo sin rodeos, la empresa ganó unos 7.000 millones de dólares de la noche a la mañana, pasando de una capitalización estimada de 62.400 millones a la actual de 69,12 dólares.

Son cifras asombrosas que sólo dan una medida parcial de lo que acaba de ocurrir. Lo intangible de la historia, si cabe, es aún más sorprendente.

A finales de 2020, Ferrari fue nombrada por segunda vez“marca más fuerte del mundo” por Brand Finance, con un BSI de 94,1 y una calificación de AAA+. Para dar una medida, sólo otras 11 marcas en todo el mundo pueden presumir de la misma calificación. No es más que la consagración oficial de un pensamiento que en realidad es bastante común: todo el mundo conoce Ferrari, que siempre ha sido el epíteto de la excelencia, el lujo, la velocidad y la élite.

A nivel de marketing, es difícil manejar este tipo de marcas y mover el elefante en la cristalería sin que se caiga una sola copa. Pocas cosas se pueden hacer, y éstas tienen que ser necesariamente gigantescas, perfectas, sensacionales.

El fichaje de Lewis Hamilton es uno de ellos. Quítaselo a la competencia (no sólo deportiva, sino también automovilística), ponlo al lado del Predestinados, Ponerle en el coche con la esperanza de que gane algo es un corolario importante, pero sólo un corolario, porque no hay que olvidar que esta jugada es tanto deportiva como de marketing de marca y podría tener este titular: “incluso el piloto más laureado de la historia, al final, elige un Ferrari”.

De estrella a estrella

Mientras la Fórmula 1 atraviesa uno de los periodos más extraordinarios de su historia, el anuncio del acuerdo entre Hamilton y Ferrari viene a poner sobre la mesa los ases del póquer. A pocas semanas de la salida en Bahréin, es difícil pensar en un momento de mayor expectación para el Circo, cuya popularidad está ahora en su cenit.

La cuestión ahora es cómo convertir todo este revuelo, esta cascada de popularidad y expectación. ¿Cómo convertir todo este entusiasmo en algo tangible, en algo concreto? ¿Cuáles son los KPI que hay que recoger tras esta avalancha de notoriedad? El error sería mirar a corto plazo. Está claro que el objetivo no puede ser sólo llenar los circuitos en 2025 o atraer espectadores ante la pantalla. Todo esto sucederá, sin sombra de duda y sin mucha dificultad tampoco.

Más bien, la clave será generar una nueva afición, leal, sólida y deseosa de convertirse en el nuevo “núcleo duro” del deporte. Alguien que, tras las glorias de estos tiempos, se compromete a largo plazo, implicando positivamente a toda la ahora amplísima gama de productos de la Fórmula 1, asegurando una nueva era de la disciplina.

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Emanuele Venturoli
Emanuele Venturoli
Licenciado en Comunicación Pública, Social y Política por la Universidad de Bolonia, siempre le han apasionado el marketing, el diseño y el deporte.
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