In Fórmula1

El éxito, reciente y pasado, de la Fórmula 1 tiene mucho que ver con la fascinación por los monoplazas y quienes los conducen. Estas extraordinarias maravillas técnicas (y sus intrépidos conductores) siempre han ocupado un lugar destacado en los sueños y fantasías de los jóvenes y mayores amantes de la velocidad, el motor y todo lo relacionado con la automoción. No es casualidad que uno de los primeros adjetivos que se atribuyen al Circo sea el de“aspiracional“: Ferrari, por ejemplo, no sólo se considera un equipo. “Todo el mundo aplaude a Ferrari”, citando al cuatro veces campeón del mundo Sebastian Vettel.

En esta espectacular imaginería, bien representada por un gran número de carteles, pegatinas, calendarios y páginas de periódicos, las estelas de chispas que los coches de Fórmula 1 dejan tras de sí ocupan un lugar especial. Estas lenguas luminosas que surgen de debajo de los coches y que contribuyen al gran atractivo “estético” de la disciplina, tienen en realidad una serie de razones -algunas deingeniería, otras reglamentarias- para su presencia.

Como siempre en el mundo de la Fórmula 1, nada sucede sin una razón. Y aunque parezca un detalle, siempre hay una historia detrás de cada matiz de este increíble deporte. En resumen: hay una respuesta definitiva a la pregunta “¿por qué chispean los Fórmula 1?”.

La magia de las cuatro ruedas

Como es evidente, los coches de F1 están muy lejos de los coches normales. Además del rendimiento del motor, juega un papel fundamental la carga aerodinámica que estos coches son capaces de generar y que les permite alcanzar velocidades extraordinarias en las curvas.

Hay muchos elementos que contribuyen a la carga aerodinámica en un coche de Fórmula 1, pero en aras de la simplificación, podemos decir que los principales son los alerones y la parte inferior del coche. Precisamente este último, gracias a un cambio en el reglamento, ha vuelto al centro del interés del diseño de la Fórmula 1, debido a la reintroducción del infame efecto suelo que había desaparecido de la escena durante más de veinte años.

Es desde la parte inferior del coche, una zona de muy alta complejidad, donde se generan las mencionadas chispas.

Las chispas las provocan las placas de titanio que protegen los bajos del coche cuando rozan el asfalto a gran velocidad. El fondo está hecho de un material de madera (conocido como Jabroc, para ser exactos) diseñado de forma que sea eficiente en cuanto al peso y se ajuste a la normativa. Al final de cada carrera, se mide el fondo para asegurarse de que no ha encogido más de un milímetro. Es necesario comprobar que el coche no se hunda demasiado durante la carrera y que respete los parámetros reglamentarios. Si no lo hace, será descalificado. Dado que, a diferencia de la madera, las placas de titanio que soportan el fondo no se encogen, el milímetro de separación entre el fondo y las placas determina si el montaje cumple o no la normativa.

El contacto de las palas metálicas con la pista crea fricción en situaciones de alta carga aerodinámica, cuando el coche es “presionado” contra el suelo por la presión del aire.

A lo largo de la historia de la F1, este particular “efecto especial” ha sido objeto de cambios destinados a acentuarlo aún más: en la temporada 2015, el llamado bloques de deslizamiento, o “patines” colocados en la parte inferior con el único propósito de replicar las espectaculares estelas de luz de los monoplazas de los años 80 y 90. Se eligió el titanio por sus características de ligereza y resistencia, así como por su espectacularidad. Ese año, la F1 se dio cuenta de que esos chispazos eran importantes para los aficionados, la televisión y los fotógrafos, por lo que se adoptaron soluciones tecnológicas para permitirlos.

Es interesante la combinación de intereses elegida por la federación: por un lado la espectacularidad y por otro la seguridad, lo que lleva a la feliz conclusión de que una no excluye a la otra. ¿Podrían haber hecho un Fórmula 1 sin chispas? Sí. Hay soluciones tecnológicas para las que los monoplazas podrían evitar hacerlas, pero se ha optado conscientemente por que sean buenas para todos.

¿Las chispas dañan el coche?

La respuesta es: exactamente lo contrario. Las placas de titanio sirven para proteger el vientre del coche de cualquier residuo en la pista que pudiera dañar las partes mecánicas internas.

Sin embargo, con la reintroducción en la temporada 2022 del fondo plano con canales Venturi y el mencionado efecto suelo, los equipos de competición tuvieron (y tienen) que lidiar con el porpoising y el rebote. ¿Qué son?

La última vez que un coche de Fórmula 1 explotó el efecto suelo fue en 1983. Los flujos de aire se canalizan bajo el monoplaza, gracias a los canales Venturi, para crear carga aerodinámica y aplastar el coche contra el suelo a altas velocidades. El famoso porpoising se produce cuando ya no hay espacio entre la parte inferior del coche y el asfalto, y la nueva zona de presión de aire hace que el coche se eleve. En ese momento, los canales de Venturi vuelven a intervenir y devuelven la máquina a la tierra (no se preocupen los lectores más técnicos por estas explicaciones “ligeras” desde el punto de vista científico). Este efecto de subida y bajada no beneficia ni al coche, que somete a la suspensión y al chasis a un gran esfuerzo, ni al conductor

El rebote, traducido literalmente como “salto”, se suele yuxtaponer a la marea negra, aunque tiene algunas características diferentes. En este caso, es más probable que el efecto se produzca en pistas que no son especialmente planas con muchas zonas que pueden describirse como “onduladas” (como es el caso de Bakú). La FIA ha comentado este hecho y ha decidido tomar medidas para proteger la salud de los pilotos. Estos dos efectos crean un cierto malestar en la conducción, con repercusiones en el estado físico del deportista (como le ocurrió principalmente al 7 veces campeón del mundo Lewis Hamilton a lo largo de la primera parte de la temporada de Fórmula 1 de 2022).

Como ya se ha dicho, la relación entre espectáculo y seguridad tiene éxito en la mayoría de las soluciones tecnológicas adoptadas en el campeonato de cuatro ruedas más importante. Basta con pensar en las vidas que se han salvado con la introducción del HALO -para proteger el habitáculo- hasta el DRS (sistema de reducción de la resistencia aerodinámica), más adrenalínico, para aumentar el número y las posibilidades de adelantamiento en el transcurso de una carrera. Lainnovación también ha encontrado su lugar con la era híbrida y la introducción delERS (sistema de recuperación de energía), combinado con el rendimiento del motor térmico, es una prueba de ello.

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Emanuele Venturoli
Emanuele Venturoli
Licenciado en Comunicación Pública, Social y Política por la Universidad de Bolonia, siempre le han apasionado el marketing, el diseño y el deporte.
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